Ernest Shackleton: Fortitudine Vincimus


Alguno de ustedes me preguntaba el significado de Fortitudine vincimus. La historia es tan interesante que se las cuento colectivamente. Creo que le interesará a todos, pero sin duda apasionará a Jotau, a quien le atraen como a mí estas historias arrancadas de la Historia.
En inglés la traducción es más precisa que en castellano: By endurance we conquer. En castellano podríamos decir: Con coraje y con esfuerzo, venceremos. La diferencia sutil pero importante es que el término endurance en inglés tiene connotaciones que en español asociamos a tres palabras: resistencia, aguante, determinación. Ahora queda claro el significado.
Era el lema de la familia de Sir Ernest Shackleton, un expedicionario británico de principios de siglo. Para contarles la increíble odisea de ES debo ubicarlos en el contexto histórico. Los grandes exploradores de los hielos del sur en ese momento eran el inglés Robert Scott y el noruego Roald Amundsen. Ambos peleaban codo a codo por ser el primero en llegar al polo sur geográfico. Todos o casi todos los demás rincones de la tierra habían sido alcanzados, (salvo el Everest, que esperaría a Hillary hasta 1953) y los exploradores temían perder toda oportunidad de entrar en los libros de historia.
Scott y Amundsen partieron de distintos puntos del continente antártico con rumbo al polo casi simultáneamente (octubre de 1911). Pero mientras que Amundsen era un organizador y técnico nato, Scott era un improvisado. Amundsen entrenó sus perros en Noruega, era experto esquiador y sólo aceptó esquiadores expertos en su equipo. La logística y alimentos, todo bien pensado. Scott no previó ninguna de estas cosas. El resultado lo puede adivinar cualquiera: Amundsen llegó al polo sur (diciembre de 1911) y volvió sin problemas, Scott llegó un mes después –con la terrible decepción de ver, en los últimos kilómetros, las huellas de la expedición de Amundsen, con lo que supo que ya no sería el primero- y él y todo su equipo murieron congelados durante la marcha de retorno, a escasas millas de un refugio con provisiones (existe un fantástico libro que relata la aventura o mejor dicho la desventura de Scott, se llama The worst journey in the world, que yo tengo).
La conquista del polo ya se había alcanzado. Ernest Shackleton tenía sólo una meta posible: ser el primero en atravesar la Antártida de lado a lado. Con ese propósito partió en 1914 -en un barco que obviamente bautizó Endurance-. Justo en ese momento estalla la Primera Guerra Mundial. ES se ve obligado a pedir permiso al real almirantazgo para continuar la expedición, ya que por ley y honor estaba obligado a poner el barco al servicio de la guerra. Obtiene el deseado permiso y parte hacia las Georgias, junto con 27 tripulantes. Shackleton no era un marino experto ni un explorador experiente ni nada. Era un caso típico de un gran líder, conductor de gente, sin conocimiento técnico específico detallado de nada.
El invierno venía muy duro, uno de los peores en años. ES aguardó en la South Georgia -en un puesto ballenero noruego- un mes esperando mejoraran las condiciones climáticas. Esto no ocurrió. Una persona sensata hubiera dejado para el próximo año, pero ES no era una persona sensata y el 5 de diciembre de 1914 decidió levantar anclas pese a todo. Estaba a sólo un día de navegación del continente helado -18 de enero de 1915- cuando su barco quedó encerrado y atascado en una enorme masa de hielo. De ahí en más, no había posibilidad de conducir el barco y navegaría -si se puede hablar de navegar- a la deriva, hacia donde el hielo decidiera llevarlo. Pasaron así nada menos que diez meses, hasta que el 27 de octubre de 1915 el hielo, que abrazaba el Endurance como una boa constrictor, terminó quitándole la respiración y haciéndolo estallar en astillas. Tuvieron que bajar todos al hielo y abandonar el Endurance a su suerte. Pero la nave hizo honor a su nombre. Se resistió durante casi un mes antes de hundirse por completo, lo que ocurrió el 21 de noviembre.
Recordemos que no disponían de teléfono, ni siquiera palomas mensajeras. Sólo llevaban un receptor de radio, pues no habían alcanzado los recursos financieros de la expedición para comprar un transmisor, que les hubiera salvado la vida. ES dio orden de que cada hombre llevara sólo lo imprescindible, pues toda carga adicional dificultaría la marcha sobre hielo. Para dar el ejemplo, arrojó al agua su Biblia y su reloj de oro. Para hacer las cosas aún más increíbles y excepcionales, integraba la tripulación Frank Hurley, un fotógrafo australiano de gran nivel técnico que documentó todos en fotos que hoy felizmente se conservan. Tan arrojado era el fotógrafo, tanta su compenetración con la tarea, su endurance, que casi se queda ciego sacando fotos del barco de noche con reflectores, y para salvar una caja de negativos de vidrio que se encontraba en el barco hundido se arrojó a las heladas aguas de la Antártida. ES, haciendo una excepción lo autorizó a llevar unos 100 negativos (al ser de vidrio pesan bastante), dejando más de 400 de lado. Para evitar que el tozudo fotógrafo se tirara una vez más al agua a salvarlos, los rompió antes de tirarlos.
ES se preocupó mucho de que las fotos se conservasen así como su diario de viaje y el de los otros tripulantes que llevaban diarios. Aunque parezca mentira para la época, pretendía usar todo ese material para vender un libro con las memorias del viaje, tal como se haría hoy en día.
Pasaron cinco meses en el hielo, comiendo focas, pingüinos y las provisiones con las que pensaban atravesar la Antártida, que habían rescatado del naufragio. Sus carpas eran tan delgadas que se veía el sol a través de la tela. Las temperaturas alcanzaban los 35 grados centígrados negativos. Habían conseguido salvar los tres botes salvavidas del Endurance que cargaron a hombro hasta el borde del bloque de hielo. El 9 de abril de 1916 cuando el hielo mostró fisuras, embarcaron en los tres botes hacía la pequeña Elephant Island, al sur de Malvinas y muy cerca de la Antártida. Al menos era tierra firme, pero una de las más inhóspitas del planeta.
El 24 de abril de 1916, Shackleton decidió salir con cinco hombres en uno de los botes salvavidas –el James Caird, que al día de hoy se conserva- rumbo a las Georgias (más específicamente, a la South Georgia), ya que era obvio que nadie iría a rescatarlos. El Cabo de Hornos estaba más cerca, pero las corrientes lo hacían inviable. Hasta las Georgias desde Elephant Island son 1200 kilómetros y la navegación es considerada entre las más increíbles y arrojadas de toda la historia marítima, esto dicho por experientes lobos de mar de ayer y de hoy. Sólo tenían un compás y un sextante, instrumento difícil de usar en aguas calmas, y casi imposible en un mar con olas de 12 metros dentro de un bote de siete metros de eslora. Felizmente, el capitán de ES era experto navegante. De haber errado dos o tres kilómetros el destino final, pasaban de largo y se encontrarían frente a miles de kilómetros de océano, hasta África. Frank Worsley, que así se llamaba el capitán, sólo consiguió tomar cuatro medidas de posición en todo el viaje, pero le alcanzó para llevar el bote a las Georgias. Cuando ya tenían la costa a la vista, los castigó un temporal de nueve horas de duración. Luego, en la isla, se enterarían que ese temporal mandó al fondo del mar con toda su tripulación, a un vapor de 500 toneladas.
Cuando llegaron a la isla, tenían dos opciones. Intentar desembarcar en el extremo este, donde se encontraba el pueblo ballenero noruego con el gran riesgo de que las corrientes no los dejaran aproximarse, y en ese caso la próxima parada era África del Sur, o desembarcar en el extremo este y cruzar la isla a pie. Optaron por esto último.
Shackleton dejó allí tres hombres y con otros dos atravesó la isla. La South Georgia tiene una cordillera cuya travesía daría en sí misma para un libro de aventuras dedicado sólo a ella. Nadie la había atravesado nunca antes, no existían mapas y aunque los hubiera habido, ellos no los tenían. Claro que en la vida de Shackleton era sólo un obstáculo más. Fueron treinta y seis horas de caminata sin parar ni dormir –incluyendo, obviamente, una noche entera- por montañas de más de tres mil metros, heladas, sin sobre de dormir, sin mochila, sin botas adecuadas ni grampones –los sustituyeron por tornillos sacados del bote salvavidas que colocaron en la suela de las botas-. Llegaron al pueblo ballenero, y con ayuda de los noruegos rescataron a los que estaban en la otra punta de la isla. No habían transcurrido más que tres días desde su arribo al pueblo ballenero cuando con el auxilio de un barco inglés, salieron a rescatar a los que habían quedado en Elephant Island. No pudieron aproximarse a la isla porque el mar estaba congelado y debieron dirigirse a Malvinas. Volvieron a intentarlo con un barco uruguayo, sin éxito. Hubo otro intento frustrado con un barco ofrecido por el gobierno chileno. Siempre el hielo impedía el acercamiento a la isla. Ya casi no era posible conseguir más barcos para intentarlo, el Almirantazgo inglés estaba ocupado con la guerra y se hacía el desentendido a los pedidos de ayuda. Pero el cuarto esfuerzo, con un barco alquilado en Punta Arenas, dio el tan esperado resultado.
Que Shackleton era un hombre de una idea fija –salvar a sus hombres – y pocas palabras lo prueba el breve mensaje que dirigió a su esposa inmediatamente después de rescatar al grupo, desde Punta Arenas: I have done it. Damn the Almiralty... Not a life lost and we have been through hell. (Lo logré. Al carajo con el Almirantazgo...Ni una vida perdida y pasamos por el mismo infierno).
El destino de los hombres del Endurance fue variado. Algunos murieron olvidados y otros recogieron honor y medallas en las trincheras de Europa. Algunos no pudieron volver a una vida normal, como fue el caso de Frank Worsley, el hábil navegante. Años después, casi vuelve a encallar un barco en el hielo antártico. La situación era tan simple para un marino de su experiencia que no se explica por un error: Worsley quiso volver a repetir la odisea del Endurance porque ya no conseguía vivir sin aventura. El más longevo llegó a ver a Amstrong pisar la Luna, aunque parezcan dos aventuras separadas por milenios.
En Inglaterra Shackleton fue recibido con relativos honores, ya que corría el año 1916, plena guerra mundial y no parecía adecuado homenajear a alguien que no había combatido y además había sobrevivido. Eran tiempos en que héroes eran los muertos en las trincheras del continente europeo. Sólo la historia, décadas después, le hizo justicia a la odisea. Shackleton, fue nombrado Sir –caballero del Imperio Británico- por el rey y en 1920, no pudiendo con la nostalgia, volvió a la South Georgia. Recorrió en un barco los lugares donde había vivido su fantástica aventura años atrás. La emoción fue demasiada para su corazón cansado y murió de un infarto en las mismísimas Georgias. Su mujer, informada por radio, pidió lo enterraran allí, donde al día de hoy descansa en paz.
Una de esas historias que conmoverán eternamente mi corazón aventurero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado,

muy buen resumen de las aventuras de Sir Shackleton. En cuanto al termino endurance la mejor traducción seria entereza, palabra en desuso en nuestra lengua pero que claramente integra a las palabras: resistencia, aguante y determinación.

Saludos,
Marcelo